Cuento del pecado

 Título: El Misterio del Robo de los Chicles Tutti Frutti


Era una soleada tarde de verano en el tranquilo en mi barrio. Yo, Juana, una niña curiosa de diez años, caminaba por las coloridas gondolas del supermercado con mi madre. Pasamos frente a la pequeña estanteria de golosinas, y mis ojos se iluminaron al ver los brillantes paquetes de chicles de tutti frutti en el escaparate.

"¡Mamá, por favor, puedo tener unos chicles de tutti frutti?" supliqué, saltando de emoción.

Mi madre me miró con una sonrisa y dijo: "Juana, ya tienes suficientes dulces en casa. Además, necesitamos ahorrar dinero para otras cosas."

Pero yo no podía resistir la tentación. Mientras mi madre estaba ocupada mirando otras cosas en la tienda, un impulso travieso se apoderó de mí. Esperé a que nadie me mirara, luego alcancé sigilosamente un paquete de chicles de tutti frutti y lo escondí en mi bolsillo.

Mi corazón latía con fuerza mientras salíamos de la tienda. Me sentía emocionada por haber conseguido lo que quería, pero también nerviosa por lo que había hecho. Sin embargo, la emoción de tener los chicles era más fuerte que cualquier sentimiento de culpa.

Cuando llegamos a casa, subí corriendo a mi habitación y abrí el paquete de chicles con manos temblorosas. Me deleité con su dulce sabor y me sentí como si estuviera en el paraíso de los sabores frutales.

Pero mi momento de felicidad fue interrumpido por un golpeteo en la puerta. Era mi madre, con una mirada seria en su rostro y el paquete de chicles en la mano.

"Juana, ¿dónde conseguiste estos chicles?" preguntó, con voz firme pero suave.

Me quedé sin palabras, atrapada en mi propia travesura. Finalmente, con los ojos llenos de lágrimas, confesé lo que había hecho. Me disculpé con mi madre y prometí nunca más robar.

Aunque me regañó por mi travesura, mi madre me abrazó con amor y me enseñó una importante lección sobre la honestidad y la responsabilidad. Desde entonces, aprendí a resistir las tentaciones y a valorar las cosas que realmente importan en la vida. Y aunque el sabor de los chicles de tutti frutti siempre será delicioso, el recuerdo de mi travesura siempre me recordará la importancia de hacer lo correcto.

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